Todo empezó un lluvioso día de Octubre, le ví y se paró el tiempo. Él ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba allí. Su mirada me cautivó y necesitaba conquistarle. Unos meses más tarde ya había indagado sobre él, conseguí contactarle y empezamos a hablar. Nunca sabía de qué hablar, él me ponía nerviosa, pero notaba cómo empezaba a quererle. Día a día él se iba ganando un hueco en mi corazón. Dos años pasaron desde que le conocí y nunca conseguí decirle lo que sentía, entonces llegó el momento, el tema salió sin esperarlo y le dije que me gustaba. Fue entonces cuando quedamos y lo hablamos, al día siguiente estábamos en mi cama y él decía que no era el momento de tener nada serio. En dos años no hubo un momento para tener algo serio, ,me sonaba a excusa, él no me quería como yo le quería a él. Entonces decidí olvidarle, no estaba dispuesta a desperdiciar más tiempo con él. Un año, doce meses, 365 días sin parar de pensar en él. Después de superarlo y de haber sufrido lo que nadie sabe me dice que no puede sacarme de su cabeza, que por qué no lo intentamos. Él no comprende que no quiero que todo lo que he pasado por él y todo lo que me costó olvidarle haya sido en vano. Hoy es el día en el que le veo y un escalofrío recorre mi cuerpo, pero mi orgullo y mi miedo a volver a pasar por lo mismo me impiden intentarlo. Y se que todavía siento cosas por él, pero no me sale, no consigo decirle que sí.
Ahogada en la impotencia.
Siempre que puedo evito encontrarme con él, pero se que así no conseguiré nada, sólo retrasaré lo inevitable... En cuanto le vea, todos los esquemas de mi vida se derrumbarán, y su mirada volverá a congelarme. Y se que no lo puedo evitar, porque esa ha sido mi perdición y siempre lo será.
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